El carácter de un paisaje

Los ríos Porma y Esla surcan la llanura de Mansilla Mayor para encontrarse en su descenso hacia el Duero, bañando a su paso estas tierras. Durante generaciones, la mano del hombre ha moldeado este paisaje hasta convertirlo en el rico mosaico que es hoy. Las tierras de labranza, su morfología y sus divisiones nos hablan de la historia de este lugar; son el tatuaje vivo que caracteriza este paisaje. 

 

La propuesta busca trasladar este lenguaje teselado propio de los campos al corazón del pueblo, para así imprimir el carácter del paisaje en las trazas de sus plazas y sus calles. Este manto fragmentado, cosido por las líneas que dividen campos y canalizan las aguas, sirve para generar un continuo urbano único, que dota de unidad e identidad a los dos polos centrales de Mansilla Mayor –la plaza de la Fuente artesiana y la de la Iglesia–. 

 

Sobre esta estructura se disponen estratégicamente los elementos necesarios para configurar estos espacios: por un lado, la nueva Fuente artesiana, diseñada como elemento central e identitario del municipio; por otro, los grandes árboles nativos de la zona, generadores de agradable sombra y barrera natural frente al viento, que configuran además el espacio urbano envolviéndolo. A su vera, los bancos centrales funcionan como puntos de reunión y encuentro, y domestican la escala de este nuevo espacio urbano. 

 

La Nueva Plaza de Mansilla Mayor se plantea como una intervención austera y en consonancia con el lugar. Se proponen nuevos espacios de encuentro e identidad colectiva tratando de ser sensibles con la realidad de la España vaciada.

El caracter de un paisaje - mosaico
Entre dos centros - Esquema

Entre dos centros

El Ayuntamiento, la Casa de Cultura y la Iglesia se articulan entorno a dos centros unidos a través de la calle de la Iglesia, que genera un recorrido peatonal. Se trata de los dos espacios en los que se dan lugar la mayoría de encuentros, los festejos y los actos en sociedad del pueblo. La decisión estratégica del proyecto pasa por ampliar el alcance de la intervención inicial (la Plaza de la Fuente) para incluir también el ámbito de la Plaza de la Iglesia, y establecer un lenguaje que los unifica como secuencia de espacios urbanos. De esta forma se consigue dar cohesión al conjunto, dotando así al centro de Mansilla Mayor de un marcado carácter en sus espacios más relevantes. 

 

El sistema planteado genera un espacio urbano continuo, y la virtud de su carácter de gran mosaico reside en que podrá extenderse por las calles adyacentes hasta configurar todo el centro del pueblo. La propuesta plantea que en una futura fase, las trazas se extiendan por la Travesía Padre Llorente hasta configurar un espacio urbano continuo que llegue hasta la casa rural, que acoge a peregrinos del Camino de Santiago.

Fuente artesiana

El agua es el elemento esencial del paisaje, es fuente de vida. Entorno al agua se generan los campos, se agrupan los pueblos. Y el agua mana constante de esta fuente manera natural, que se configura como elemento central de la plaza y como símbolo del pueblo. La fuente sirve como lugar de reunión, ofrece asiento, lugar de juego, y permite llenar cómodamente recipientes de agua. 

 

A su vez, la pieza propuesta busca poner en valor el constante fluir del agua, amplificar su sensorialidad: el suave murmullo del agua al caer, seguido del movimiento constante de una lámina que rebosa y que dibuja la pared sobre la que resbala, para después volver a desaparecer en el suelo, en esta tierra de campos. 

Conexión del caño con el pozo artesiano, detalle de despiece de la rejilla metálica.
Boca del caño de la fuente realizado en latón. El corte en ángulo mejora la caída del chorro de agua.
Rebosadero de la fuente realizado en chapa de acero galvanizado.

El pavimento como telón de fondo

La Nueva Plaza de Mansilla Mayor es una intervención sin estridencias ni grandes gestos. Busca ser un lugar de sosiego, en un transcurrir tranquilo del tiempo y las estaciones, en sintonía con la quietud propia de un pequeño pueblo de la Castilla rural. 

 

El pavimento se convierte en una suerte de alfombra que pacifica por completo el espacio, eliminando los cambios de alturas que discriminan al coche y al peatón en todas las áreas de la plaza. Este mosaico de hormigones lavados cambia sutilmente de textura para diferenciar la zona de tráfico rodado de la zona peatonal, que junto con la disposición estratégica del mobiliario urbano facilita delimitar estos ámbitos sin necesidad de barreras añadidas.

 

Sin tratar de buscar formas pretenciosas, la repetición de un mismo principio de generación de las trazas –partiendo de las divisorias entre edificios, de cambios de dirección de las calles, etc.– hacen brotar esta atmósfera de cuadrantes que recuerda a la subdivisión parcelaria del entorno que las rodea.

 

El patchwork continuo del pavimento da paso a los pocos y sencillos elementos verdaderamente trascendentes; La Fuente artesiana, planteada como elemento central e identitario del pueblo; los grandes árboles que darán sombra cerrada al entorno del la fuente y la Iglesia; y a su vera, los bancos centrales que funcionan como puntos de reunión y encuentro, domesticando la escala del espacio urbano. Estos elementos tan cotidianos como la fuente (con el fluir constante del agua), o los árboles (con su amable sombra y sus follajes cambiantes con las estaciones), son los verdaderos protagonistas del espacio y los relojes del tiempo que discurre en el pueblo. Preservar la quietud, la gravedad propia del tiempo que transcurre calmado resulta fundamental para abordar esta intervención.